martes, 2 de noviembre de 2010

Reflexiones sacadas a la luz


Me siento un ser extraño. Creo que todos lo hemos sentido alguna vez. Me siento capaz de amar a casi cualquier persona, y tal vez esa sea la causa de mis múltiples relaciones, ya desde temprana edad.
No se trata de deseo, pero no sé cómo explicarlo, jamás he hablado ni leído a nadie a quien le suceda algo similar.
Siento especial interés por las personas, por descubrir su yo interior y por saber qué pueden aportarme, cómo puede ser una etapa de mi vida “a su lado”, en qué pueden hacerme soñar, qué me inspiran, qué me hacen escribir, sentir…y todas, todas, son diferentes. No se trata del afán romántico de la búsqueda incansable de la experiencia por la experiencia, definitivamente lo llamaré “Curiosidad amorosa”. Mezcla bioquímica vapor-anímica personal.
¿Cómo es fundirse con esa mente, y cómo hacerlo con ese corazón? ¿Quién sabe? A veces, detrás del aire más tosco se esconde la más sutil alma. Otras veces, los estereotipos engañan y un tosco aire esconde un tosco interior, espero haber aprendido a eludirlos.
Y no es que me enamora con facilidad por gusto a cambiar de brazos y de abrazos, es la búsqueda creativa de la vida, la escritura del camino de la misma, aprendizaje continuado. Curiosamente, llego a tal punto introspectivo en mis relaciones, a tal comunión anímica, que cuando siento que la etapa al lado de algún alma ya ha terminado no siento tristeza ni pena, más bien alegría y gratitud por haberla encontrado, por lo que me aportó y lo que yo, espero, le aporté. Nunca podré dejar de amarle, pues lo que nos unió no muere al separarnos. Ese polvo de estrella que cada noche visitamos al reunirnos en el centro del cosmos para recopilar anécdotas del amor que tanto, tanto enriquecen nuestro camino.
Amo el amor, amo la vida.

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El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve.
Antonio Machado

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