lunes, 21 de junio de 2010

Sensibilidad

Del cielo cuelga un hilo, del hilo pende un corazón. Como si del juego del pañuelo se tratara, individuos agrupados a ambos lados se disputan el galardón. Tan frívola y mundanal situación es responsable de las amargas lágrimas que anidan y corroen las almas más psicóticas. Gritan y berrean en las tinieblas de este mundo corrompido, más lo oficial se alza en armas y les hace callar. No los escuchan, luego es como si no existieran. Como decía, hostiles cruzadas en nombre del progreso acaecen en nuestro día a día. Todo sea por el bienestar, la seguridad, lo útil...hay que ser precavidos, hay que estar a la altura, hay que hacer cosas útiles... De tal modo la sociedad se amuerma. Melodías monótonas de modo casi hipnopédico se adueñan de nuestro ser, evaporándole su levedad. Nos volvemos pesados, todo se hace más cuesta arriba...no podemos decir no, ¡Ya basta!...no, hay que estar a la altura en este mundo de perros. Hay que hacer de tripas corazón, sacar las garras, aferrarse fuerte al terreno y seguir luchando contra todo obstáculo. No se admiten quejas, no se admiten lloros...¡PROHIBIDO SENTIR! No hay lugar para ello, no tiene utilidad, no aporta beneficios. Los sentimientos nos llevan a la duda, a la posibilidad, a la angustia, a la inseguridad al fin y al cabo. Son todo lo contrario a lo que este mundo requiere. Así pues, abolidos sean. Dicho y hecho. Las lecciones de auto represión se han convertido en nuestro pan de cada día, la felicidad y el amor no son dignos de ser experimentados. La sociedad pone sus leyes, el individuo las acata, sin protesta. Las conciencias, dormidas en lo más hondo, han levado las anclas de lo intrínseco. De tal modo fue, es y será como la sensibilidad se extirpa del ser, sin que aquel pueda echarla en falta algún día.

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El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve.
Antonio Machado

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