martes, 2 de febrero de 2010

Sonidos del corazón

Recuerdas aquella música, fluido canto vespertino, melodía hermosamente encarnada que nutríamos de abrazos y besos, lágrimas y sonrisas... ¿Lo recuerdas? Frágilmente desciende hacia lo más profundo, y más, y más...el mar de nuestro llanto interior la ahoga y la enmudece, colocándola en segundo plano... ¡ No desaparezcas, oh cálido sonido ! ¡ Tan agradable fuiste para nuestros oídos, caldeabas nuestros corazones cual brasero alimenta el hogar enfriado por el largo invierno ! En mal momento te ahogas, en mal momento te hundes en nuestras penas. No hay flotador que echarte, pero dime, ¿ son suficientemente fuertes esos lazos que nos unen? ¿Son tan bien unidos y elásticos que puedan soportar la caída y volver a su situación original...o son acaso tan cortos y rígidos que peligren antes de tocar el suelo?





Hoy, compañero de viaje, me has hablado. Tus ojos parecían perdidos, nuestra ilusión pendía de un hilo...pero dime, ¿que nos ha pasado? ¿que hemos hecho mal? ¿en que he errado? Yo, que solo buscaba la calma, un descanso en el viaje, un poco de esa agua que emana de tu sonrisa. Ahora el desierto me engulle y ya no son tus abrazos los que me transmiten ese pequeño calor tan necesario...el sol se cierne sobre mi cabeza. Ese calor tan asfixiante se me clava en el alma como si de las cuarenta dagas de los cuarenta ladrones se tratara.

Dime, ¿que encontramos que nos brindó un mar de tranquilidad durante tan corto pero sensacional tiempo, y que neblina lo aleja?

La luna grabó en mi algún gesto malvado aquella noche. ¿Cegó a caso mis ojos su inmaculada luz, dejando al descubierto la mas vil de mis entrañas? Fue tal visión la que te aleja de mi, lo sé.

Mientras tanto la música se aleja, lo que antes regaba las semillas del sueño ahora cría zarzas alrededor de mi corazón, dejándolo sin aliento, triste, débil, asustado... Pero yo, compañero, confío en ti, en nosotros. Alguna vez me dijiste que nunca debía tener miedo a nada, ese pensamiento lo hice mio y me hizo fuerte. Pero, ahora que tú te me caes, ahora que siento este peso en mi alma...¿debo tener miedo? ¿debo confiar en el amor del mundo? ¿dejarlo en manos del tiempo?





Tan solo espero entender que ha ocurrido, volver a escuchar esa dulce música que durante tan corto tiempo ha sonado en mi, volver a tocar los acordes que solíamos ensayar día a día, mirada tras mirada, abrazo tras abrazo...Compañero de viaje, sigamos componiendo esta canción que nos acompaño y luchemos para que siga sonando para que éste, nuestro viaje vital se torne menos pesado.

Nunca te me marches del corazón, por favor.

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El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve.
Antonio Machado

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